El segundo domingo de Pascua es dedicado a la Divina Misericordia. ¿Cómo iglesia porque necesitamos darle énfasis a la misericordia y compasión de Dios? ¿No es obvio que estos son los dos atributos principales de Dios? ¿Cómo iglesia no es esté el principal testimonio que damos como comunidad de fe: una comunidad de misericordia y compasión? ¿Cuándo por la gracia de Dios me doy cuenta de mi pecado y necesidad de sanar y reconciliarme, me siento llamado a buscar a la iglesia o me alejo de ella? ¿Me siento atraído a la comunidad de fe o me siento juzgado y rechazado? Las respuestas a estas preguntas no son tan claras como deseamos. Podemos encontrar ejemplos que afirman la misericordia y compasión en cómo la iglesia acoge al pecador, pero también tenemos ejemplos de condenación y rechazo. Como institución temo que la respuesta a estas preguntas no sea tan halagadora.
Un detalle muy significativo de Jesús en los evangelios es que lo encontramos rodeado y seguido constantemente por pecadores. Estos pecadores no se sentían atraídos por él. Jesús no los acusaba ni les echaba en cara sus pecados, pero tampoco les excusaba sus pecados. Todo lo contrario, era la compasión y misericordia de Jesús lo que los atraía. Se rodeaba de pecadores, comía con ellos y a algunos los aceptó como discípulos y apóstoles. La misericordia y compasión era el instrumento de su relación, particularmente con los más necesitados y heridos entre ellos. Con esto Jesús revela la misericordia y compasión de Dios. También, les pide a sus oyentes que imiten a Dios: “Sed misericordioso, como tu Padre es misericordioso.” (Lucas 6:36) ¿Cuál es el principal atributo de Dios que te mantiene en relación con Él? ¿Hay algún atributo de Dios que te aleja de Él?
Sabemos por los evangelios que las actitudes de autojustificación, juicio y condenación fue lo que Jesus más denunciaba en los líderes religiosos de su tiempo. Era la autojustificación, el juzgar y condenar por aquellos que hablaban en nombre de Dios lo que alejaba y sigue alejando de Dios hoy al pecador yaquellos más necesitados de compasión y misericordia. Hay una gran tentación de querer convertir el cristianismo en un club exclusivo donde solo los “elegidos” y los “perfectos” son recibidos. En Jesús hemos recibido el mandamiento de ser una comunidad inclusiva que recibe al pecador, al quebrantado y herido. En Jesús, Dios está reconciliando al mundo consigo mismo. Este es el ministerio principal de la Iglesia: reconciliar a los hijos/as de Dios con Dios, entre ellos y consigo mismos. “Reciban al Espíritu Santo. A los que les perdonen los pecados, les quedarán perdonados; y a los que no se los perdonen, les quedarán sin perdonar.” Este mandamiento de perdonar no está limitado al sacramento de reconciliación, lo cual tiene gran implicación para todo bautizado/a. Diga la casa de Israel: “Su misericordia es eterna”. Digan los que temen al Señor: “Su misericordia es eterna”.
🙏2nd Sunday of Easter: Mercy Sunday🙏
This second Sunday of Easter is dedicated to the Divine Mercy. As church, why would we need to emphasize God’s mercy and compassion? Is it not that obvious that these are two of the main attributes of God? As Church, is this not the main witness that we give as a community of faith: a community of mercy and compassion? When by the grace of God, I am made aware of my sinfulness and need of reconciliation and healing, do I feel compelled to seek the church or to stay away from it? Am I drawn to the community of faith or feel judged and rejected by it? The answers to these questions are not as clear cut as we would like them to be. We can point to many examples affirming the mercy and compassion with which the church receives the wounded and sinful, as well as many examples of condemnation and rejection. As an institution I fear that the answer to these questions is not too encouraging.
One significant detail about Jesus in the gospels is that he was surrounded and followed by sinners. They did not feel condemned nor rejected by him. Jesus did not accuse nor shamed them with their sinfulness. Neither did he excuse their sinfulness. Yet, it was Jesus’ mercy and compassion that won them over. He received sinners into his company; he ate with them and even allowed some of them to become his disciples and apostles. With mercy and compassion is how Jesus related to others, especially the most wounded and broken among them. In this, Jesus mirrors the mercy and compassion of God. He even commands his followers to imitate God: “Be merciful, just as your Father is merciful.” (Luke 6:36). What is the major attribute of God that holds you in relationship with Him? Is there an attribute of God that keeps you away from God?
We know from the gospels that it was the attitude of self-righteousness, judgment and condemnation that Jesus most denounced about the religious leaders of his time. It was the self-righteousness, judging and condemnation of those who spoke in the name of God that drove and continue to drive away from God the most wounded and in need of mercy and compassion. There is a great temptation to want to turn Christianity into an exclusive club where only the few “elected” and self-righteous are welcomed. In Jesus we have received the command to be an inclusive community that welcomes the sinner, the broken and the wounded. In Jesus, God is reconciling the world to himself. This is the main ministry of the Church: to reconcile God’s sons and daughters with God, with each other and with themselves. “Receive the Holy Spirit. Whose sins you forgive are forgiven them, and whose sins you retain are retained.” This command to forgive is not limited to the sacrament of reconciliation, something that has great implications for the baptized. Let the house of Israel say, “His mercy endures forever.” Let those who fear the LORD say, “His mercy endures forever.”